viernes, 27 de abril de 2012

EL PERDÓN


Pocas veces somos ofendidos; muchas veces nos sentimos ofendidos.
Perdonar es abandonar o eliminar un sentimiento adverso contra el hermano.
¿Quién sufre: el que odia o el que es odiado?
El que es odiado vive feliz, generalmente en su mundo.
El que cultiva el rencor se parece a aquél que agarra una brasa ardiente o al que atiza una llama; pareciera que la llama quema al enemigo, pero no, se quema uno mismo.
El resentimiento sólo destruye al resentido.
El amor propio es ciego y suicida; prefiere la satisfacción de la venganza al alivio del perdón, pero es locura odiar: es como almacenar veneno en las entrañas.
El rencoroso vive en una eterna agonía.
No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor.
Vale la pena perdonar, aunque sea sólo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón.

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